miércoles, 20 de mayo de 2020

Luis Alberto Becerra Hernandez







Nació en Bogotá en 1955.

Estudió Bibliotecología y Archivística en la Universidad de la Salle de Santa Fe de Bogotá.

Trabajó por mas de 22 años en el Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), con el Programa Nacional de Bibliotecas Publicas en donde ocupó el cargo de Jefe de Seleccion y Adquisiciones de la Biblioteca Nacional de Colombia de donde se retiró en diciembre de 1997.

Es miembro de la Asociacion Colombiana de Bibliotecologos (ASCOLBI) en donde ha ocupado diferentes cargos en la Junta Directiva de la cual  llegó a ser Presidente.

Durante mas de veinte años ha estado vinculado como comprador de libros de una de las cadenas de libros mas importantes de Colombia.

Ha sido coautor de varias publicaciones especializadas en temas bibliotecológicos y patrimonio bibliográfico.

Tiene publicados dos libros de poemas:

Los recuerdos del tiempo. Bogotá; editorial mi propio bolsillo, 1996. 72p.

La ausencia del olvido. Barcelona: Castalia Ediciones, 2019. 
68p.
De esta obra dijo Camila Melo Parra, en su articulo Explorar y rescatar el dolor a través de la poesía (El Espectador. Mayo 18 de 2020): " Amamos en lo profundo, amamos en el dolor, en sociedad, en el mar, en el río y en el dolor del pueblo”. La editorial española CASTALIA de EDHASA publicó el libro de poesía "La ausencia y el olvido" del colombiano, Luis Alberto Becerra. La ausencia y el olvido parecen antípodas. Dos fuerzas que se desafían, pero que dolorosamente duermen en el mismo lecho. Luis Alberto Becerra las pone frente a frente y, con maestría, consigue que cada una se desnude y cuente su historia. El poema yace en lo cotidiano, en lo humano, en lo visceral y en lo elemental, y es allí en donde el escritor ha encontrado un asilo al que nos invita y nos da paso libre para atormentarnos, enamorarnos, hacernos navegar por las contradicciones propias, no sin antes dejarnos ese aliento de esperanza que nos deja la posibilidad de escribir otra historia.

La certeza es una línea recta que se hace hielo con los pasos. El poeta nos sumerge en este líquido etéreo que es la memoria y crea una atmósfera donde observa detenidamente Las noches de los amantes y padece esas caricias que parecen Promesas, y que tan solo son Negaciones. Encuentra esos Motivos para tomar el lápiz y el papel, reescribe el Amor y el miedo volviéndolos Testamento. 

 La escritura de este libro inició hace más de una década. Sin embargo, la poesía y esa inminente cercanía a diferentes formas de crear han sido transversales en la vida de Becerra, que hoy, a sus 64 años relata con asombro varias de sus anécdotas donde las letras y su sentido humanista se convierten en el elemento narrativo en común. 
Su infancia, adolescencia y juventud transcurrió en el barrio Meisen, al sur de la capital. La música popular, el olor a arepuelas, el mute ardiendo en las noches, el maíz pelado para las arepas y el olor a café recién hervido son algunas de las reminiscencias que le llevan al afecto de su madre. También recuerda algunos dichos que le evocan su alma campesina, tan cálida y fragante como el olor a leña saliendo del fogón.  De su padre no solo heredó el nombre y la barba, también adquirió el amor por los libros, quien tenía una particular pasión por los libros de historia, filosofía y por la literatura en general; tenía una gran biblioteca, y vivió inmerso en las letras desde siempre. En algún momento de su vida, tuvo un puesto de venta de libros. 


Más allá del negocio y de ser el sustento de una familia muy amplía, los libros fueron una parte fundamental en su hogar, un elemento fraterno que los acercaba, cada tanto, en el patio de la casa donde compartían sus lecturas. Lo que más recuerdan los hermanos de Becerra es cuando su padre les leía Pepita y Lorenzo (o Lorenzo y Pepita), una tira cómica de Chic Young que en su idioma original, inglés, se titulaba Blondie. “Creo que de allí surgió la pasión de mi papá por los libros. En mi casa, desde que recuerdo, lo que siempre hemos tenido son libros. Miles. Y hay cierta similitud entre costumbres que tiene mi padre y que tenía mi abuelo Luis: mi papá pasa sus noches en vela leyendo y tomando tinto”, cuenta Diana Marcela, su hija menor. 

Estudió Bibliotecología y archivística en la Universidad de la Salle. A la par trabajaba y hacía parte de diferentes ejercicios políticos en su comunidad. Su primer trabajo fue en el mundo de la talabartería, haciendo cinturones, allí obtuvo sus primeros ingresos. Hasta que un día, uno de sus hermanos y jefe, lo “dejó de patitas en la calle”, como lo recuerda con jocosidad Becerra. A la par, recuerda que era un líder comunitario por naturaleza. Su liderazgo, calidez y disciplina le permitieron convertirse en una figura importante en la biblioteca de su barrio.

Hacia el año 76, allí en la Biblioteca de Meisen, junto a Hernán Cimadevilla, integró la creación del grupo de teatro del barrio y lideró exposiciones donde las pinturas y las historias locales eran las protagonistas. “Hacer parte de algún grupo artístico era visto como un signo de rebeldía”, manifiesta Becerra, quien recuerda con fascinación la obra de El monte Calvo y La madriguera, de Jairo Aníbal Niño, como uno de sus proyectos favoritos de esos ayeres. 

Hacía el año 1976 entró a ejercer como trabajador oficial del gobierno con la Biblioteca Nacional de Colombia. Dentro de sus primeros roles tuvo que desplazarse a pueblos muy cercanos de la capital, Agua de Dios, Arbeláez, Junín eran algunos de ellos. Luis se subía a la flota y al llegar a cada municipio, realizaba encuestas sobre el funcionamiento de las bibliotecas públicas de los municipios, con el propósito de conformar un gran directorio en Colombia. “Recuerdo una vez que estuve en La Mesa, y en medio de la pesquisa, hallamos unos libros guardados bajo llave. Se guardaban los libros malos en la época”. Libros malos ¿quién determinaba eso? los gobernantes del momento y el sacerdocio. Las ideologías con pensamiento de izquierda como el marxismo, el leninismo y el comunismo, debían mantenerse en secreto ante los ojos del ciudadano. “En ese momento e incluso ahora mismo, reina el ejercicio de la estupidez”, concluye Becerra

A finales de los 80 visitó otras zonas apartadas como Nariño y Putumayo. En uno de esos viajes fue encañonado por todas las entidades armadas de la región, aun cuando llevaba consigo una credencial de presidencia. “Yo estaba en Montería o Valledupar con la Biblioteca Móvil de Colcultura, yo iba a dictar un curso tipo 7:00 p.m. y a ver unos documentales con la comunidad; al terminar nos encañonaron y nos llevaron prácticamente secuestrados al conductor y a mí disque por ser agentes del imperialismo yanqui”. De inmediato Becerra le dijo al conductor que sacara el carro de allí, y le pidió a quienes los tomaron como rehenes que hablaran de política, salvo y cuando, estuvieran bebiendo unos litros de aguardiente.  Después de un rato de amena tertulia en la que se dieron cuenta que los retenidos no estaban tan distantes del pensamiento “rebelde”, optaron por minimizar su cautiverio. El conductor salió a la hora, mientras que Becerra estuvo con ellos hasta las 4:00 a.m. 

De ahí en adelante ha trabajado como bibliotecario y durante más de veinte fue miembro de la Asociación Colombiana de Bibliotecólogos (ASCOLBI), de la que llegó a ser presidente. Durante los últimos dieciocho años se desempeña como comprador de libros de una importante cadena de librerías en Colombia, donde ha entrenado y capacitado cientos de equipos de libreros por todo el país, quienes entrañablemente lo llaman “profe”. 


Hay algo que nunca se ha ido de su lado y es esa necedad de estar narrando. Incluso desde su adolescencia, menciona, despertaba a sus hermanos con el sonido de la máquina de escribir que retumbaba como la poesía misma, hacia las 2 y 3 de la madrugada. En el 77, envió su primer poemario a la distinguida Institución Cultural Casa de las Américas, una obra que quedó inconclusa, de la que no tuvo nunca respuesta y de la que jamás guardó algún borrador. Como autor, ha participado en publicaciones especializadas en temas de bibliotecas públicas y patrimonio bibliográfico, y en 1996 autopublicó el libro de poemas Los recuerdos del tiempo. 

“Hay una anécdota que ocurrió cuando publicó su primer libro, algo que yo no recuerdo pero que él me cuenta con mucha gracia. Creo que esta primera presentación la hizo en la Biblioteca Nacional. En esa época, las cámaras fotográficas todavía eran de rollo. A mi hermano, quien en ese entonces tendría unos 12 años, mi papá le encargó la importante misión de tomar las fotos del evento. Así lo hizo Andrés, con toda emoción del caso. Días después del evento, cuando fueron a revelar las fotografías, fue una sorpresa para todos que la cámara no tuviera rollo. Se les había olvidado por completo ponerle uno, así que no hay registro fotográfico de ello”, relata su hija. 

24 años después publica La ausencia y el olvido. El primer verso que encontramos allí, fue escrito en 2005, trabajó por más de 10 años para llegar a estos 60 poemas. “Fue un trabajo de escribir párrafos en las noches, las madrugadas, en la soledad del estudio de mi casa. Voy cogiendo frases, organizando, releyendo, borrando y volver a escribir. Estos versos salen del diario vivir, de lo que veo, de lo que siento. Yo creo que cuando uno ve el país (siente que) el país necesita mucha solidaridad”, dijo Becerra a la HJCK. 

Sus días pasan en medio de cifras, archivos de Excel abiertos, tendencias y comportamientos de cómo y en qué medida se consume el libro en el país. 

En medio del bagaje de su oficio y de las listas de los más vendidos, nunca pierde el tono de su voz, él comprende y admite que la poesía no tiene que ser glamurosa ni excelsa, sino que debe acercarse a la profundidad del ser, a lo que nos duele, a lo que nos aleja, o a lo que veces también, nos retiene. Lo que escribe no solo se enmarca en lo romántico, él prefiere denominarlo prosa libre y no encajarlos en ningún tipo de norma clásica.

Si nos preguntáramos por el ritualito que tiene Becerra para vivir, como lo canta Marta Gómez en una de sus canciones, todos los caminos nos llevarían a la poesía: leída, escrita, contemplada, desgarrada y compartida.  Dentro de esa caja donde podríamos encontrar trazos del poeta, estarían obras del grupo poético Piedra y Cielo, de algunos poetas españoles. Nos detendríamos en César Vallejo a quien define como un ser social, hombre de lucha y del pueblo o a Pablo Neruda que con sus 20 poemas de amor, no habla de América Latina no solo desde el amor, sino desde lo que duele amar y lo que duele vivir. 

“Ahora, creo que es importante decir que yo nunca he visto a mi padre escribiendo poesía, por lo que creo que esa es de las cosas que hace a las tres de la mañana cuando lo escucho deambulando por ahí. A veces encuentro libros de Pessoa abiertos, junto a otro par de libros como antologías de otros autores, por lo que sé que cuando lee poesía no le basta con un solo poeta a la vez. A veces lo oigo declamar, aunque se detiene cuando se siente escuchado”, afirma Diana Marcela. 


Pese a esa intimidad que el escritor nacido en Bogotá guarda con el poema, no desmarca su rol fundamental en la sociedad.  “El ejercicio poético donde convergen el silencio, el dolor frente a la sociedad y frente a ese momento de vida, nos permite hablar de un dolor desde lo individual, y también desde lo que sufrimos en colectivo. El hecho de tener una sociedad que mira con desconcierto la historia y que silencia los dolores del país, hace que quiera explorar y rescatar el dolor, a través de la poesía. Amamos en lo profundo, amamos en el dolor, en sociedad, en el mar, en el río y en el dolor del pueblo”, declara Becerra. 


Muchas veces vemos a la poesía como una escritura lejana, pero ella desafía lo sublime y lo cotidiano, trae vivencias y mensajes. El poeta debe estar despierto a las simples cosas. “Cuando se ama se corre el riesgo de sufrir, no creo que haya amores que no hagan sufrir, no importa la lealtad o subyugar…  todo amor desgarra. La palabra demuestra que amar tiene sus consecuencias… sufrimientos”, cuenta el poeta. Por eso en La ausencia y el olvido el ejercicio delo entrañable está en compartirlo con el otro.





Poemas de Los recuerdos del tiempo
                          I
¿Qué es la vida?
Es un suspiro que nos llevamos
                               Con la muerte.


Desinformación

Nadie, absolutamente nadie,
Me dijo, que de conseguir tu amor
Moriría de tristeza,
Después del primer beso.




Ella y yo

Ella necesitaba de mis besos
Yo necesitaba sus caricias
Ella necesitaba de mi mano
Yo necesitaba de su cuerpo.
Y como un remolino sin sentido
nos dejamos llevar por un instante
y los dos nos confundimos por el
                                            tiempo
y nos perdimos en el cosmos del
                                            destino.

Ella y yo…



Poemas de la ausencia y el olvido



Mujer


Eres un poema que surges de la nada.
Te apareces por momentos y me dejas,
niña de cabellos cortos y largas sonrisas
cuánto daría por cerrar la puerta
y dejar que el destino nos haga prisioneros.

Como prisioneros son los sueños y la nada.





Pluma


Si tuviese un pincel te haría eterna,
grabaría tu figura sobre un lienzo,
te llenaría de caricias en cada pincelada…
Pero no lo puedo hacer… No sé pintar.
Por ello trato de retener tu rostro,
de descubrir tu cuerpo con mi pluma,
de conquistar tu perfume y tu sonrisa.
Pero sobre todas las cosas
Me esfuerzo por poseer tu pensamiento
para conquistar tu corazón y tus deseos.





Fantasma


Pasaste frente a mí, ante mis ojos
Te mire como miran los fantasmas.
No escuché tus pasos ni tu voz.
Solo te miré de arriba abajo.
Busqué tu perfume en el ambiente.
¡No lo encontré! ¡No lo sentí!
Será porque mi estado inexistente
me hace invisible ante tus ojos.
No sientes que mi mano te acaricia,
Que mis besos tocan tu piel y tus entrañas,
que estoy dentro de ti mientras tú estas
caminando por ahí buscando amores.
Lágrimas que bajan hasta el suelo.
Y tú crees que es el cielo
el que humedece el piso por donde andas.
No te fíes, amor, delos fantasmas.
Yo soy uno más que se lamenta
de haberte dejado abandonada y triste,
sufriendo como sufren los mortales
por no haberte acompañado hasta la muerte.




















FUENTES:



https://www.elespectador.com/noticias/cultura/explorar-y-rescatar-el-dolor-traves-de-la-poesia-articulo-907147?fbclid=IwAR3FT_Mmvx9CVW-AziTAn-CpZyZEWpEIXyLB2BabUQjWHHt9R6-koMmpWLQ













T








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Con algunos escritores amigos

Get the flash player here: http://www.adobe.com/flashplayer