sábado, 23 de mayo de 2020

Juan Carlos Acevedo Ramos




Juan Carlos Acevedo Ramos, fue bibliotecario en la Biblioteca de Ciencias Jurídicas de la Universidad de Caldas (Manizales Colombia) y actualmente trabaja en la Coordinación de Bibliotecas Publicas de Caldas en el Área de Promoción de Lectura y escritura. Es director del Taller de Escritura Creativa del Banco de la República apoyado por RELATA
Nació en Manizales en  1973, poeta, bibliotecario, ensayista y periodista cultural.

Colaborador permanente del dominical Papel Salmón del diario La Patria en Manizales y colaborador ocasional de revistas como Semana, Luna de Locos, Luna Nueva, Clave y de los periódicos Quehacer Cultural, Diario del Otún y Crónica del Quindío. Administra el blog literario Santos Oficios. - Durante varios años participó como asistente al taller de poesía en la fundación “casa de poesía Fernando Mejía Mejía” de Manizales Dirigido por el poeta Floblert Zapata y posteriormente se convirtió en tallerista de dicha fundación donde inició su trasegar en la poesía.
Director durante 12 años de la revista literaria Juegos Florales del Centro de Escritores de Manizales y Director Cultural de la Feria del Libro Ciudad de Manizales, Se ha desempeñado tambien como Coordinador de Fomento a la lectura en la  Caja de Compensación familiar de Caldas, Confa; Coordinador del Área de Literatura de la Secretaría de Cultura de Caldas;  Director del Club de Lectura del Banco de la República en Manizales y coodirector de las colección de Poesía Tulia Bayer en Caldas. Dirigió el programa literario Nuestros Maestros, entrevistas a escritores colombianos, para la Emisora Radio Cóndor de la Universidad Autónoma de Manizales.



Ha publicado los siguientes  libros de poesía:

Palabras en el purgatorio (Colección Lyrica Species 1999).
Palabras de la Tribu (Editorial Manigraf, 2001).
Los Amigos Arden en las Manos (Editorial Universidad de Caldas, 2010)
Noticias del tercer Mundo (Editorial Caza de Libros 2010).
Todos sabemos que el poeta es un fantasma (Colección Tulio Bayer 2012)
Los huéspedes secretos. (UCEVA 2014)
Bitácora de ciudad. Crónicas. (Editorial Manigraf 2014).

Correo de la noche ( 2018)
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Aparece también en: 

El Amplio Jardín. Antología de poesía colombiana y uruguaya. (Embajada de Colombia en Uruguay. Ministerio de Educación del Uruguay. 2005)
12 Poetas Colombianos. Punto de Partida. (Universidad Autónoma de México. 2007)
Antología de Poesía Contemporánea. México y Colombia. (Cangrejo Editores. 2011)
Orizont Literar Contemporan. Rumania. (Rumania. 2014)
Alhucema 32. Revista de Poesía y Teatro. (España. 2015)

Antología Contemporary Colombian Poetry. Valparaiso / USA 2019.

También se encuentran en las antologías de poesía colombiana:

La idea que verdece (Editorial Cuadernos negros. Armenia 2014.)
El rayo que no cesa. Antología poética. (Ediciones Cuervo de Papel. Bogotá 2013)
Vive la Poesía. Poetas en la Uceva. (Universidad Central del Valle. Colección Cantarana. 2011)
Poetas en el Equinoccio. (Fundación Sartapalabras. Pereira 2011).
Panorama Virtual de la Nueva Poesía Colombiana (Corporación Ulrika y Ministerio de Cultura de Colombia. 2009)
La música callada, la soledad sonora. (Fundación Orlando Sierra Hernández. Panamericana 2008)
Descanse en Paz la Guerra (Casa de Poesía Silva. Bogotá 2003)
Inventario a Contra Luz (Arango Editores. Bogotá 2001)

Nuevas Voces para Fin de Siglo (Epsilon Editores. Bogotá 1999).

Premios
Ha obtenido los Premios Nacionales de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” Casa de Poesía Silva y el VI Premio de Poesía Carlos Héctor Trejos. 

En 2015 fue finalista el Premio Nacional de Poesía que convoca el Ministerio de Cultura de Colombia.





Tú me haces posible




Decidí cambiar los días por palabras
y mi mundo a dos tintas
vio hacerse la música cuando pasaste a mis páginas.
La poesía fue mi elección
-el insomnio me persigue desde entonces-
tú elegiste ser lámpara sobre el río del tiempo.
Habito una región entre el trópico y la selva
mi escudo es la palabra guerra
tu dices que no tenga miedo a la palabra corazón.
Desde niño mis manos cerradas
han sido puños certeros en el ojo del enemigo
hoy las abres para acunar tus miedos.
En mis días mejores
decidí habitar el territorio amorfo de la noche
ahora me das tu cuerpo tibio como hogar
para mis pesadillas.
Yo escogí la soledad,
tú pusiste un niño en mi camino.
Tú me haces posible.
Sin ti apenas sería poco más que un fantasma
que habita entre fantasmas en un país a medio nacer.
Y todos sabemos
que el Poeta es un fantasma
menos tú que me ofreces tu casa.
Así, sin pensar mucho en ello,
recojo agua entre mis manos

para lavar mi sombra y continuar.


Correo de la Noche

                                                                                       “En las noches vacías en que regreso,
                                                                                         todavía, me arrepiento de haberte arrojado 
                                                                                         tan lejos de mi cuerpo”
                                                                                                                              Ismanel Serrano

Bogotá,
el otoño se abre paso a través de la muchedumbre,
es hora del alumbramiento
y un tren herido se aproxima desde una esquina,
un tren –que es mi sombra o mi vacío- silba;
mientras una fina estela de humo me recuerda tu cuerpo,
altar donde, años atrás, oficiabas el Ritual de la Luna Llena.
Hoy es lámpara, fuego tibio para los días sin piel.

Esta ciudad siempre fue esquiva y hostil.
Te perdí en ella
como quien pierde la infancia después del primer beso.

En esta hora opaca
El Correo de la Noche trae noticias tuyas,
noticias que llegan en las voces de mendigos y de borrachos
los mismos a quienes daba un pan o una moneda.

Bogotá,
es la hora del deslumbramiento
y tu recuerdo viene a llenarme de preguntas,
a entorpecer mis palabras,
a hacer inútiles la música, el llanto.

El Correo de la Noche trae noticas tuyas

y una llama arde en el pecho.





Un tren silba para encender la ausencia

                                                                                                        “… aquí, en la Tierra, hace mucho
                                                                                                                                      comenzó a llover
                                                                                                            y me he extraviado -como tantos-
                                                                                                                                           en la soledad”
                                                                                                                                 
                                                                                                                                        Santiago Mutis

Rudimentario crece este amor
en el pequeño espacio en que habita tu voz. 
Llegas en la estación del pan,
y me recuerdas que el tiempo -ajeno y amargo-
es apenas un beso o una caricia 
en medio de los sueños donde siempre llueve.
Rudimentario y frágil, 
hecho de miedos y esperanza,
de soledades y puertos 
a donde llega la noche
recordándonos 
que es el último vagón 
de un tren 
que silba para encender la ausencia.
Rudimentario como el canto de los niños,
como el color de las astromelias
como tu sexo tibio donde está mi reino.

Crece entre calles sin nombre,
entre gentes grises de oficina 
y listas de mercado y goles en la tele.
Así, 
Elemental y cursi, 
subordinado y lleno de costuras,
veo pasar este amor, 
lo veo en el parpadeo del amanecer, 
en las gotas de leche derramadas 
en la frente de los hijos,
en el desespero y en el llanto 
y en silencio de la madre que eres.
Rudimentario como la piedra, 
como el árbol primigenio de Adán,
como el agua fresca de tu vientre. 
Este amor
hereje y cómplice,
compañero y verdugo.
crece 
mientras un tren silba
para encender la ausencia.




Conjuro para la ausencia

No sé dónde fue con el último estallido de la guerra.
¿Dónde estás? He olvidado tu país,
esa derrumbada nación del sur
donde la felicidad los sostuvo alguna vez.
¿Quién me asegura que sobreviviste al horror?
¿Dónde estás?  ¿Cuál es tu nombre?
Viene tu recuerdo a estropear
la débil paz en que creemos
y no puedo saber cuál es tu aroma.
Tal vez tenías una esencia azul, herbórea, andina.
Quiero olvidar ese olor a pólvora que mancha
los días en que la felicidad se asomaba bajo tu falda,
pero el olor de la guerra es lo único que queda.
Y con mis manos te invento
bajo un campo sembrado de café.
Estoy solo y me faltas
para ir al cine, a las canchas de fútbol,
a las reuniones familiares
donde odio jugar juegos de mesa,
para ir tranquilo a la cama y derrotar el insomnio,
para llenar mi corazón con tu sangre.
Digo hace falta. Y al pronunciar esas palabras
mis labios te reconocen y te haces lejana,
y mi sangre, que eres tú, se agita.
¿Dónde estás?

He olvidado tu nombre, tu aroma, tu voz…




Los amigos arden en las manos


Los amigos de otros
viven en barrios con jardines, juegan billar, beben cerveza,
viajan con putas entre sus piernas y la borrachera,
huelen a Calvin Klein y fuman Marlboro.
En sus cocinas hay suficiente leche
y en las mañanas no harán falta naranjas
(hermosos soles en la nevera) para la resaca.

Los amigos de otros,
desean el perro que ladra en sus terrazas
y el domingo viajan a sus fincas
con la máscara recién lavada
para ver transcurrir la vida entre la piscina
y el recuerdo de la niña que rompieron el viernes anterior.

Mis amigos en cambio,
viajan en la cola de una sirena entre arrabales y la Vía Láctea,
llevan impregnado  el olor a cigarrillos baratos,
a café en la plaza de Bolívar
y nunca tienen una moneda para el teléfono público.
En sus casas una madre, inclinada en la cocina,
hace de una vela y una cruz su propio altar
donde eleva oraciones por nosotros.
Ellos tienen un yo le presto,
                        yo le gasto,
                        yo lo invito,
porque el dinero es agua en sus bolsillos.
Mis amigos creen que no lo sé,
pero cada amanecer recogen mis fragmentos de sueños, llanto y poesía…
y me arman antes que pueda decirles gracias.


Salmo para después de la guerra


Tal vez la poesía, […]
puede ser la prueba irrefutable,
o cabeza de un prontuario definitivo
de que Dios existió alguna vez.
Héctor Rojas Herazo

Señor,
ahora somos frágiles…
los años de la derrota (aunque hayan quedado en el olvido)
habitan entre nosotros. Por eso hoy el poema es bálsamo
Señor de los remendados,
ya no podemos elevar oraciones:
conjuros para ahuyentar enemigos y pestes,
tal vez un Poema que sirva de diálogo
para diluir tantos miedos acunados en viejas plegarias.
Señor,
como tus llagas,
las nuestras son huellas de fe en medio de la ola de siniestros.
También hemos caído y nos hemos levantado
para espantar los pájaros de la angustia
que anidan en nuestras lágrimas.
Señor de los fragmentados,
redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres,
herederos ambos del miedo,
para que la fragilidad se desvanezca y
retornen a nuestra voz y nuestros sueños
y nuestras casas las Bienaventuranzas.
     
Así sea.





Oración en los trigales



Como adentrarse en un desierto de harina para luego saciar la sed bajo la leche blanca de una cabra, este anciano hunde sus manos sobre la masa blanda. Su oficio lo realiza desde el altar de los trigales, bendice el amanecer y eleva oraciones antes de que la luz del sol acaricie el campo de centeno.

En su taller crecen los sueños de las gentes simples y por unas monedas borran amargas horas de sus rostros.

Señor de los Molinos, tú que ahuyentas el hambre de nuestros hogares con el más sencillo de los alimentos y nada pides a cambio, bendigo tu oficio de hacedor de esperanzas, bendigo tu taller blanco, despensa para el hambre del tercer mundo, y escribo esta oración para tus días sin descanso.




Voces de Geppetto


Llevas por memoria un bosque entre las manos. Con los ojos cerrados dices: cedro rojo, negro chanul o pino amarillo; basta que tus dedos se posen sobre la madera para nombrarla.

No conoces, no puedes conocer otro lenguaje sino el silente idioma de los árboles donde las raíces son historias sin escribir y las hojas plegarias de aves que cantan en mayo.

Entre el guayacán y el ébano realizas la más humilde de las tareas: convertir la madera en utensilio.

Cada uno leva en las manos su destino y tú amigo heredaste de Geppetto y de José la tarea de tallar la Copa de la Alianza.

Tú, que das forma al candelabro medieval, a la silla celta o a la mesa francesa no olvidas guardar leña para los fogones del tercer mundo.

Hoy escribo para ti Nelson, para tu oficio de carpintero con el cual llenas los rincones de nuestra soledad a cambio del pan de cada día.

Cada uno lleva en las manos su destino, ahora lo sabemos, ahora cuando la memoria nos olvida como a una vieja melodía que en la distancia toca un violinista bajo el viento de enero.


Monólogo del cartero


Perderse, en cambio, en una ciudad
como quien se pierde en el bosque,
requiere aprendizaje.
Los rótulos de las calles
deben entonces hablar al que está errado.
Calvino

El siglo se abre igual a una carta. Cada ruido almacenado en mis manos me hace saberme vivo. No es fácil guardar un siglo que llegó en el correo del medio día con ojos de niño hambriento.

He aprendido del amor a través de los ojos de las muchachas de enero, también aprendí el desamor en sobres que abren el llanto como exclusas. Sé de misivas escritas en la trinchera.

El correo de la noche me despierta y salgo a recorrer las avenidas, las placas en esquinas oxidadas son mi faro. Cargo sobre mis hombros los secretos del hombre y fumo en silencio, nadie me acompaña.

Conozco de soledades e inviernos por eso guardo el siglo en los bolsillos como quien lleva un pez en cada lágrima.

Pájaros del suburbio

Para Dorian Hoyos Parra
Lectora de esquinas y libros


Es madrugada en las alas de abril. Los niños insomnes van a la escuela. Un leve olor a chocolate se mezcla con el olor a colonia barata en que son bañados por sus madres.

Los niños del suburbio limpios algunos, sucios de sueño y hambre otros ascienden calles para ir a clases sin más riqueza que el negro de sus zapatos y el blanco de sus camisas.

Dulces pájaros del suburbio, van rumbo a las aulas silbando esperanzas.



FUENTES:

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Acevedo_Ramos

http://portalliterario.utp.edu.co/poetas/287/biografia-juan-carlos-acevedo-ramos

http://poetachiappe.blogspot.com/2018/09/juan-carlos-acevedo-ramos.html


http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php/241



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